El nombre de Jan Dismas Zelenka para muchos es casi como la clave de entrada a un mundo de texturas, sonoridades y colores inusuales para el barroco y su lenguaje. Incluso formalmente este hasta hace una década y media desconocido músico de origen bohemio asentado en Viena tiene mucho que aportar al escucha moderno. Ecléctica a más no poder, su música permaneció en el olvido durante casi dos siglos y no fue sino hasta que se gestó la corriente historicista de interpretación casi al término de la Segunda Guerra Mundial por parte de Gustav Leonhardt, André Rieu y Nikolaus Harnoncourt que esta vería su oportunidad de renacer de sus cenizas. Fue justamente Harnoncourt uno de los primeros en grabar una selección de sus obras instrumentales hace ya más de 30 años con su Concentus Musicus Wien para Das Alte Werk. De allí empezó el lento renacimiento de su música, pero no sería sino hacia fines propiamente del siglo XX que su nombre sería sinónimo de sorpresa, de música viva y vivaz, con lo que se le asociaría.
Jan Dismas Zelenka fue un compositor brillante de la corte de Dresde, cuyas enormes libertades compositivas y eclecticismo musical no pasó del todo desapercibido en su tiempo, y hasta Vivaldi y Bach supieron de él y su música, si bien el primero fue más cercano a otro compositor francamente menor, Johann Georg Pisendel (1678-1755), a quien dedicó algunas obras y cuyo estilo inspiró algunas de las composiciones más eclécticas del Prette rosso en cuanto a instrumentación. Las razones para que Zelenka pasara a un casi inmediato olvido son diversas, pero una de las que más peso tuvo fue que jamás escribió óperas, y su música instrumental es bastante reducida, y el grueso de su obra son cantatas, oratorios y misas de corte abiertamente católico. Además del hecho de su eclecticismo instrumental y formal, bastante mediterráneo, ajeno al ambiente luterano y aséptico del medio en que se movería la posteridad en aquellas regiones donde le tocó vivir. Pero es justamente ese eclecticismo formal y compositivo lo que lo diferencia de casi todos los músicos de su época y lo hace tan atractivo a nuestra sensibilidad moderna, un tanto cansada de esa cierta uniformidad musical con que se suele ubicar al barroco, pese a sus grandes representantes.
Hoy en día se le considera algo así como el Vivaldi bohemio justamente por esta gran libertad musical y estilo fresco y poco afecto a seguir estructuras compositivas establecidas, y su reaparición en el mercado discográfico es uno de los acontecimientos más celebrados en el mundo de la música académica llamada clásica. Su música, incluso en aquellas obras que parecen dedicadas a la reflexión o el dolor, como sus Lamentaciones o su extraordinario Réquiem, es una constante celebración, una gozosa invitación a cantar y a deleitarse, a celebrar las glorias de este mundo, más que las del otro o las del intelecto.
El gran instante glorioso, parafraseando la cantata beethoveniana de 1815, de Zelenka para el público puede considerarse el del año 1995 cuando una de las más brillantes orquestas barrocas del mundo, la de Friburgo, grabó una breve selección de sus piezas instrumentales para Deutsche Harmonia Mundi. Interpretadas con energía e imaginación, el disco llamó poderosamente la atención tanto por el repertorio como por la calidad de sus intérpretes, y puso a Zelenka en el radar de todos los melómanos del mundo. Llenas de contrastes y juegos irónicos, como el hecho de que una de las composiciones se intitule Hipocondrie à sette [voci] concertanti, las tres obras aquí incluidas muestran a un dotado y brillante compositor que hace del diálogo instrumental y del placer la bandera bajo la cual navega su música. La deslumbrante interpretación de la orquesta no hace sino subrayar los contrastes y la exquisita urdimbre sonora de esta música conmovedoramente solar, y como ningún otro disco despertó una fiebre inmediata por su música.
No menos deslumbrantes son sus obras corales, sacras en su mayoría como se señaló. Sus misas son asombrosas construcciones llenas de contrastes que recuerdan o anticipan el eclecticismo de Gaudi, en particular del viaducto, pero no menos que del resto de su obra arquitectónica. Al escuchar sus exquisitas composiciones algo queda claro: la naturalidad y gloria de su expresividad se deben a su total falta de afectación, a su deseo de ser consubstancial al más humano espíritu que habita en cada uno de nosotros. Allí está su triunfo, y su gloria incomparable.
Los 40 discos aquí reunidos son la más completa colección disponible en la web, y la primera vez que aparece semejante compilación para descarga gratuita, muchos de ellos inconseguibles fuera de Europa, y quieren homenajear al gran compositor que fue Jan Dismas Zelenka, e incluye prácticamente toda la obra que he compilado a lo largo de casi quince años, desde que la Freiburger Barockorchester editó su impactante disco. Casi todos los discos, con unas cuantas excepciones, están en mp3 de alta calidad, e incluye en algún caso incluso la versión en vivo de la obra grabada en estudio. Todos los archivos están configurados para iTunes, e incluyen las portadas y en no pocos casos el cuadernillo completo. Muchos de estos discos ya no se encuentran en la web, gracias al metternichiano espíritu censor del FBI que hizo que millones de archivos en la web desaparecieran para siempre. He llamado a esta entrada Obras casi completas porque no existe la posibilidad de que, al menos en el corto plazo, podamos disponer de algún registro en disco de toda la obra de este compositor, y toda compilación debe ser un proyecto en construcción.
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ResponderEliminarExcelente aporte... Gracias!
ResponderEliminarUna compilacion impresionante
¡Felicitaciones!
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ResponderEliminarMerci beaucoup de ce partage. J'adore Zelenka malheureusement peu connu. :0)
ResponderEliminarYa mo está disponible :(...
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