Tras una breve pausa debido a nuestra visita a la hermana ciudad de Morelia, en el estado de Michoacán, retomamos el arte de compartir discos con todos los amigos de la Fonoteca. Aziza Mustafa Zadeh es una de las grandes intérpretes del jazz contemporáneo, en un medio donde los hombres ocupan de manera amplia el panorama, y en donde el piano tiene grandes representantes y virtuosos, algunos icónicos y de obligada referencia, como Keith Jarrett, Duke Ellington, Chick Corea, Bill Evans y un largo elenco de distinguidos músicos. En ese elenco hay que agregar el de esta enorme pianista de origen azerbaijano, radicada en Alemania, quien desde su primer disco, Aziza Mustafa Zadeh de 1991, se mostró como una intérprete extraordinaria, virtuosa y llena de fuerza y elegancia interpretativa, combinando una sólida formación académica tanto en lo vocal como en lo instrumental. Su primer disco, de 1991, despertó grandes elogios y la atención por la forma intensa de sus composiciones y la enorme entrega a la hora de hacer que el instrumento juegue y dialogue con la tradición instrumental heredada de su padre, Vagif Mustafa Zadeh, fundador de la escuela azerbaijana de jazz y uno de los músicos más importantes de su patria, con la tradición libérrima de la improvisación tanto como con el de la música contemporánea para este instrumento. Esto le valió que para su segundo álbum, Always de 1993, la acompañaran ni más ni menos que Dave Weckl en la batería y John Patitucci en el bajo, en un disco exquisito y deslumbrante, que mostró las enormes habilidades de una instrumentista que fue bautizada como la princesa del piano, y cuya forma de interpretar el piano le ha valido la comparación con Keith Jarrett.
Aziza Mustafa Zadeh fue rápidamente reconocida por sus pares como una aparición milagrosa, y el lujo y placer de tocar con ella se vio recompensado cuando en su tercer disco, Dance of fire de 1995, los invitados para acompañar a esta extraordinaria instrumentista y cantante, que mezcla el jazz con elementos operáticos, fueron Al Di Meola en la guitarra acústica, la leyenda viviente de Bill Evans en los saxofones soprano y tenor, Stanley Clarke en los bajos acústicos y eléctrico, Kai Eckhardt Karpeh de Camargo en el bajo eléctrico de cinco cuerdas y Omar Hakim en la batería. Para que no quedara duda de que ella no deseaba ser equiparada como alguien que se sube a una fiesta a la que no había sido invitada, para su cuarto disco, Seventh truth de 1996, volvió al sonido sinfónico pero solitario del puro piano, acompañada sólo por Ramesh Shotam en las percusiones, en un álbum deslumbrante lleno de atmósferas orientales, típicas de su patria, en un asombroso y vibrante diálogo intercultural entre Occidente y Oriente. En 1997 apareció su siguiente álbum, Jazziza, en el cual vuelve a acompañarse de leyendas del jazz, esta vez centroeuropeo, como Toots Thielemans, considerado como el más importante intérprete de la armónica en el mundo y toda una leyenda en Holanda, Eduardo Contrera en las percusiones y Philip Catherine en la guitarra, uno de los álbumes icónicos de la pianista.
Su consagración internacional se vería con su sexto ábum, elaborado tras una pausa de tres años, Inspirations, color and reflections, de 2000, que como su título indica, es un tributo abierto a todo lo que en ella confluye y se vuelve flujo de sonidos y colores, pero también de una musical reflexión en torno al mundo de la música. Deslumbrante por sus armonías y texturas, pero también por la pléyade de músicos que la acompañan, como Al Di Meola, Bill Evans, Stanley Clarke, Omar Hakim, Kai Eckhardt de Camargo, John Patitucci y Dave Weckl, es decir, todos los que en sus discos previos la habían apoyado, en un disco en verdad exquisito y cautivador, lleno de brillantes interpolaciones instrumentales en las que brilla principalmente la música de esta gran pianista en arreglos multicolores y libérrimos, en un tributo genuino a la gran tradición jazzística europea, estadounidense y azerbaijana encarnada por su propio padre y ella misma.
En su siguiente producción de sugerente título, Shamans, de 2002, regresa al piano solo y a sus raíces, nunca abandonadas en casi ninguno de sus trabajos anteriores, aquí retomadas en un espléndido y deslumbrante despliegue de virtuosismo sinfónico en el que el piano se hunde en orbes sonoros de enorme densidad y brillantez que ningún otro pianista podría envidiarle. Un disco absolutamente magistral y lleno de fuerza y la originalidad interpretativa de esta suprema diosa del piano. Sus últimos dos discos, Contrasts y Contrasts II, de 2006 y 2007 respectivamente, son su abierto tributo a ese orbe apenas visible ligeramente en sus discos previos: el de la música clásica y la ópera, con arreglos libérrimos de piezas de Chopin, Bach, Schumann, Mozart y Ravel, entre otros, convertidos en una suerte de standards para el mundo del piano jazzístico. Desde entonces, ha estado en una pausa musical, lo cual significa que muy pronto tendremos nueva producción de esta gran intérprete.
Aquí les dejo la producción entera de esta suprema artista, la princesa del jazz, la diosa del piano.