



Siguiente en el grupo de grabaciones es la del excepcional pianista Ronald Brautigam acompañado por la Orquesta Sinfónica de Norrköping dirigida por Andrew Parrott. A primera vista uno pensaría que, como en la anterior, estamos ante una pareja improbable, aunque aquí, con excepción de la orquesta, ambos son especialistas en interpretaciones historicistas. Si no fuera porque Brautigam parece desde el principio con la urgente necesidad de tomar su patín y por eso mete el acelerador innecesariamente todo el tiempo, si no fuera por eso, esta sería una versión inmensamente superior a la de la dupla Harnoncourt-Aimard. Para empezar, la toma de sonido es simplemente insuperable: la orquesta brilla en toda su gloria, como ninguna de las versiones anteriores lo logra, con una opulencia y un sonido cristalino que quita la respiración. De calle se lleva a cualquier registro que haya escuchado o esté disponible en el mercado. Allí, sin duda alguna, mi calificación es un absoluto 10+. Sin embargo, Brautigam va echo la madre todo el tiempo, parece no entender el sentido cantabile de pasajes claves, como la cadenza del primer movimiento del Tercer concierto no menos que en el impresionante Quinto. La prisa de demente que lleva arruina el delicado equilibrio que exige este y muchos otros pasajes, y su empeño en demostrarnos que es un pianista excepcional consiste en subirse a su auto y meter el acelerador como desquiciado, sin prestar atención a la orquesta ni a la música. El resultado es que Brautigam mancilla este ciclo en este afán de ser él quien brille en lugar de que sea la música, algo que Aimard entiende a la perfección. EL ciclo incluye los cinco conciertos para piano, más dos adicionales: uno es la célebre transcripción de su concierto para violín, y el otro es el llamado Concierto para piano # 0, WoO 4, una curiosidad que responde a un concierto que Beethoven escribió a los 13 años y del cual sólo queda la parte del piano, por lo que la orquestación sólo puede inferirse del trazado del instrumento solista. Sin duda, una obra menor y sin mayor relevancia que apenas está para interpretarse en el conservatorio o escuelas de música, pero que en virtud de su propia naturaleza temprana e incompleta tiene muy poco del Beethoven maduro. Por ese afán protagónico Brautigam hace que esta que podría haber sido una versión de absoluta referencia no lo sea. Yo le daría a esta grabación un 8+, con la observación de que la toma de sonido es excepcional.
El último ciclo que incluye esta entrega es en verdad uno de los más malos y mediocres que haya escuchado en mucho, mucho tiempo. Asombroso que una casa discográfica como Alpha se haya dado el lujo de permitir que un músico atropelle la música de Beethoven con la impunidad y el desparpajo que Arthur Schoonderwoerd despliega en este auténtico atentado criminal. La pretensión de autenticidad, que siempre me ha parecido importante, encuentra aquí un extremo que debe ser censurado y denunciado con suprema energía. Porque si algo tiene la música de Beethoven es que avanza con respecto a la de sus predecesores. La orquesta, como bien se sabe, es ampliada por Beethoven, y es por él principalmente que aparece la necesidad de un director de orquesta, por la dimensión instrumental y por la complejidad cada vez mayor de las obras que crea. De allí que haya muchos que afirmen, en un ejercicio teleológico, que sus conciertos y sinfonías piden la orquesta y el piano modernos, un instrumento doble más robusto y complejo. Schoonderwoerd parece decirnos lo contrario: que Beethoven no sólo no avanzaba, sino que decidió usar casi un cuarteto de cuerdas: unos cuantos violines (dos o tres, y no más), una flauta, un oboe, uno o dos cellos, una o dos violas, y así por el estilo. Es decir, una orquesta casi del tamaño de la que usaba Vivaldi, no Mozart. El resultado: lamentabilísimo. Incluso en los tutti del Emperador, la orquesta, si se le puede llamar así a unos cuantos instrumentos pelones a los que sólo les falta tocar desafinados, apenas se escucha. Uno se pregunta si con semejante pedorrez de orquesta en su época habrían llamado así al tercer concierto. Lo más probable es que hubieran despedido a Beethoven con cajas destempladas y lo habrían expulsado de Viena sin mayor dilación: "¡Váyase usted a Holanda y allá haga lo que se le dé la gana!" le habrían dicho. Escuchen el final del primer movimiento del Emperador aquí tocado y díganme si en una escuela rural de cuarta podría sonar tan pinchurriento y jodido este concierto. Pero no sólo eso, los movimientos lentos de todos los conciertos son patéticos. Ya no digamos que el piano suena peor que el piano de don Teofilito, hasta casi parecer un clavicordio por su sonido en extremo sordo que se muere inmediatamente el dedo se quita de la nota (¿nadie le explicó a Schoonderwoerd para qué sirven los pedales?). ¡Que no mame Schoonderwoerd! ¿De veras cree que Beethoven escribió esos movimientos para un trío con pianoforte? Por el amor de Dios. No me explico cómo los alemanes pudieron tragarse la píldora enterita de este fraude. Parece más una reducción del Emperador, como aquella de la Sinfonía Londres de Haydn, pero con un sonido incluso más pobre y jodido. Cualquier crítico que aplauda esta mamada merece ser colgado de los huevos del mástil más alto junto con Schoonderwoerd, que no me merece el menor respeto como "musicólogo" ni como intérprete. Su sentido musical y armónico es inexistente, toca el piano como un viejito que se encuentra el instrumento después de haber vivido años en una isla desierta sin contacto con este. No toca las teclas, sino que las aporrea y tunde con pendejez inigualable, como si fuera un Muppet o un quintacolumnista. No sé dónde haya "estudiado" Schoonderwoerd, pero donde sea, debe de haber reprobado todos los cursos de armonía, interpretación y repertorio. Sólo oigan el fugato del "Rondo. Allegro" del Emperador y díganme si esa pedorrez que se escucha es una orquesta. De verdad que no mame este pendejazo holandés de Schoonderwoerd (como única "virtud" diría que para alguien que estudia la obra, puede escuchar todas sus partes, como si un reloj se hubiera desarmado ante sus ojos). Y el ensamble Cristofri, que se vaya a chingar a su madre con todos sus pedorros tutti y fortissimi, que se dedique a tocar música barroca, si es que puede, y deje de mamar corneta y ensuciar el nombre de Beethoven. Si alguno de ustedes en Europa llega a ver a Schoonderwoerd en un concierto, por favor, miéntenle toda su puta madre de mi parte, este pinche fraude ambulante merece mi mayor desprecio y debería merecerle el de ustedes también. Oigan su ciclo y si no sale de ustedes el asesino serial que todos llevamos dentro...
hay palabras que no le conocía maestro! jaja aclaro, no es queja
ResponderEliminargracias por el aporte! el mejor blogg!
He disfrutado mucho leyendo su furibunda crítica a la minimalista versión de Schoonderwoerd. Pero al menos siempre se le podrá reconocer que el muchacho es voluntarioso... (y su señora madre no tiene la culpa;).
ResponderEliminarUn beso.
Los links Ronald Brautigam y Arthur Schoonderwoerd nos conducen a descargar el mismo CD, que es la versión del último. A menos que me haya equivocado al dar click, posibilidad que no debemos descartar.
ResponderEliminarDisfruto mucho la grabación de Harnoncourt, grata sorpresa para mí, puesto que no está entre mis directores favoritos. Incluso la fantasía coral, obra que admito haber menospreciado siempre.
Una vez más, muchas gracias por todo.
Hola José Manuel, primero gracias por toda la musica y segundo por favor resubi este trabajo de Dudamel, Un saludo.
ResponderEliminarhttp://fonotecadejmrecillasv40.blogspot.com.ar/2012/03/bartok-concerto-for-orchestra-dudamel.html
pd: ojala tambien en el futuro puedas publicar sus interpretaciones de la 3ª de Mendelssohn y 9º de Mahler. Gracias por todo!
Parece ironico o una conspiracion del destino, pero el archivo del infame Schoonderwoerd se repite en el lugar del que corresponde a Brautigam.
ResponderEliminarLastima porque era el mas deseado para mi.
Muchisimas Gracia.
Cuando veamos al Holandes pues.....