viernes, 19 de abril de 2013

Bach • Violin concertos • Akiko Suwanai, Chamber Orchestra of Europe | Andrew Manze, Rachel Podger, The Academy of Ancient Music

Hay discos a los cuales uno no suele prestarles inmediata atención por mil razones, y el de Akiko Suwanai (nacida en 1972) interpretando los conciertos para violín de Bach es uno de esos. Muy mal de mi parte, y al parecer de muchos otros en la web, el disco pasó desapercibido, incluso para páginas especializadas en reseñas de novedades y otros blogs dedicados al barroco, por ejemplo. De cualquier manera, debo señalar que se trata de una notable y agradecible sorpresa la interpretación de esta muy joven violinista japonesa ganadora en 1990 de la competencia internacional Chaikovsky, siendo la triunfadora más joven en hacerlo.

Grabado en 2005, y editado por la disquera holandesa Philips (extrañamente decidieron no usar la franja roja característica de este sello), se trata de uno de los más espectaculares registros de estos conciertos de que tenga noticia. No se trata en este caso simplemente de una adición más al extenso catálogo de grabaciones que sobre este repertorio se han hecho, sino de una de las más brillantes que recuerde haber escuchado. Para empezar, es acompañada por la Orquesta de Cámara de Europa, uno de los conjuntos orquestales más notables de los últimos veinte años, y eso ya marca una diferencia en interpretación y claridad. El sonido de los contrabajos y violonchelos, por ejemplo, es de una claridad extraordinaria, y en general la toma de sonido es apabullantemente limpia y llena de color y texturas, de modo que la audición resulta una experiencia en verdad alucinante.

No por nada la disquera decidió poner el doble concierto para violín y cuerdas BWV 2043 como obra de apertura del registro. Acompañada por un superlativo Volkhard Steude (nacido en 1971) en el segundo violín, Suwanai nos ofrece una versión de elegantísimo fraseo, lleno de cromatismos y sensualidad, de hondura  e imaginativa interpretación, en especial en el tercer movimiento, donde antes de la reexposición final nos entregan una cadenza descomunal, con toques que recuerdan de alguna manera las partitas para violín del maestro y con motivos de los movimientos previos, en un desplante de virtuosismo excepcional que no recuerdo haber escuchado nunca antes en otro intérprete. En esta grabación, el tercer movimiento dura siete minutos y medio, cuando lo normal es cuatro minutos y medio más o menos, de modo que la cadenza le agrega tres minutos, ¡pero qué tres minutos!

Algo similar encontramos en el Concierto para violín y oboe BWV 1060, acompañada por el oboísta François Leleux, espléndida pareja, quien con gentil e inteligencia casi baila musicalmente con la violinista, esperándola y dando entrada  con notable sensibilidad a cada instante. Y es que, en efecto, Suwanai es capaz de ofrecer una lectura de Bach llena de inteligencia y brillantez, de calidez insospechada y enorme carga emocional, casi mediterránea. 

No tengo más que aplaudir, así sea tardíamente, ocho años después, la aparición de un registro discográfico como el que hoy comparto con los amigos de la Fonoteca, un disco de absoluta referencia, que viene acompañado de otra grabación espléndida de casi las mismas obras, pero con Andrew Manze y la Academia de música antigua, con Rachel Podger en el doble concierto, un disco espectacular y con un poco menos de densidad corporal por aquello de los instrumentos de época, pero sin duda una grabación excepcional también.

Akiko Suwanai, Orquesta de cámara europea

jueves, 4 de abril de 2013

Keith Jarrett: The Art of Improvisation [2005] DVD Rip (.avi @ 640x352p., 637 MB) + subtítulos [.srt]

Keith Jarrett es uno de los artistas más importantes del último medio siglo en la escena internacional, y se le puede considerar como la única súper-estrella de la escena jazzística. Sus colaboraciones incluyen a Miles Davis, con quien se formó, Bill Evans, Jan Garbarek, Jack DeJohnette y Charlie Haden, entre otros muchos. Pero ha sido su labor como solista, y creador del concepto del  concierto para piano solo improvisado, idea que surgió en los albores de los años setenta (el primer concierto público de esta naturaleza se efectuó en París el 24 de mayo de 1970 en el Teatro Apolo) y empezaría a grabar a partir de 1973, cuando apareció el primer disco con este concepto musical, la que le dio un impulso y un prestigio como pocos se han podido ver en la industria del disco grabado

Desde entonces, Jarrett ha perfeccionado y llevado a sus últimas consecuencias este concepto, llegando a más de cien conciertos de este tipo, aunque no todos han llegado a la sala de edición. En este extraordinario documental podemos ver ese proceso, la forma en que la asociación de Jarrett con la casa discográfica alemana ECM ha dado como resultado una relación profesional de enormes proporciones en la que la comprensión y visión del dueño de la disquera le ha otorgado a Jarrett una libertad para desarrollar sus ideas como ninguna otra lo habría hecho. Este es un documento visual, musical e intelectual de enorme trascendencia, una joya que nos permite ver cómo esta inusual asociación generó uno de los proyectos creativos más revolucionarios de todo el siglo XX.

El archivo incluye el video completo en inglés, y los subtítulos aparte, para verlo en computadora.

Keith Jarrett: The Art of Improvisation [2005] DVD Rip (640x352p.)


sábado, 30 de marzo de 2013

Bach • Johannes Passion BWV 245 • Frans Brüggen, Cappella Amsterdam & Orkest van de Achttiende Eeuw [267 MB, mp3 @ 320 kbps]

Para estas fechas, el cristianismo conmemora la muerte y resurrección de Jesús, y una de las obras obligadas para rememorar tal evento es la interpretación de alguna de las pasiones escritas por maestros de la música occidental. La Pasión según san Juan BWV 245, de Johann Sebastian Bach, es una de ellas. La versión que ahora comparto con los amigos de la Fonoteca no es la que Frans Brüggen grabara para Philips hace más de década y media, sino una tocada en vivo en el Muziekcentrum Vredenburg, en Utrecht, el 28 de marzo de 2007, retransmitida por Radio 4 neerlandesa un año después, y y cinco años después compartida con todo aquel que desee escuchar esta notable obra. 


Johann Sebastian Bach (1685-1750)
Muziekcentrum Vredenburg, Utrecht 28.III.2007
FM-broadcast Radio 4 (NL) 20.III.2008
 
Evangelist: Markus Schäfer (tenor)
Christus: Thomas Oliemans (bajo)
Nele Gramss (soprano)
Patrick van Goethem (altus)
Marcel Beekman (tenor)
Geert Smits (bajo)
 
Cappella Amsterdam & Orkest van de Achttiende Eeuw
Frans Brüggen (c)

miércoles, 6 de marzo de 2013

Beethoven • Conciertos para piano • Arthur Schoonderwoerd, Ronald Brautigam, Pierre-Laurent Aimard, Steven Lubin, Jos van Immerseel [EAC mp3@320 kbps]

Los conciertos para piano de Beethoven se encuentran entre las obras maestras de la literatura pianística, en particular los tres últimos. No hay pianista que no quiera tocar el ciclo entero como demostración de sus dotes y habilidades instrumentistas. Los mejores pianistas del mundo los han grabado no una sino múltiples ocasiones, y forman parte obligada del repertorio musical en todas las salas de concierto del mundo. Sólo de manera más o menos tardía la escuela historicista se ha acercado a grabarlos y a ofrecerlos en la manera en que podrían haber sonado en su momento. Sin embargo, los resultados no han sido, en mi opinión, del todo satisfactorios. Las cinco versiones aquí incluidas comparten ese común denominador: ninguna supera realmente las grabaciones que otros grandes pianistas del pasado (Wilhelm Kempff, Maurizio Pollini, etc.) y cada una a su manera, unas más que otras, quedan a deber al escucha. Eso no significa, por supuesto, que sean despreciables, quizá con una sola excepción.

Me referiré primero a la versión de Jos van Immerseel. Me parece una versión un tanto convencional, sin la brillantez que uno tal vez esperaría. La orquesta Tafelmusik no es precisamente una de las más notables en el mundo de las interpretaciones historicistas, y esto se nota y termina por afectar el resultado final. Yo la calificaría apenas con un 5.5+ en una escala de 10. Habría que agregar que Van Immerseel dista mucho de ser un pianista arriesgado y eso se nota no sólo en este ciclo, sino en su anterior de los conciertos de Mozart e incluso en otras mucho muy anteriores.

La versión de Steven Lubin tiene en su contra que la orquesta y el director son verdaderamente de medio pelo, si bien la calidad de la toma de sonido me parece superior a la de Immerseel. La Academy of Ancient Music dirigida por Christopher Hogwood es una de las orquestas que más bostezos por minuto puede provocar: el señor carece por completo de imaginación y arrojo para abordar el repertorio beethoveniano, como lo demuestra su mediocre ciclo sinfónico del genio de Bonn; aunque habría que decir, en defensa de este ciclo pianístico, que aquí parece sacarse la espina, y sin tratarse de una versión excepcional supera, no por mucho ciertamente, a Immerseel. Yo le daría un 6.5+ apenas.


La nota la da el excepcional pianista francés, especialista en repertorio moderno y siglo XX, Pierre-Laurent Aimard, dirigido por Nikolaus Harnoncourt al frente de la Orquesta de Cámara Europea, en lo que parece una pareja dispareja o improbable. El resultado es extraordinario, si bien algunos probablemente no toleren a Harnoncourt y su sonido seco tan característico. Aquí la lectura del austriaco sobre las partituras beethovenianas resulta en verdad sobresaliente y nos muestra su capacidad para realmente darle vida y frescura a un grupo de obras que parecieran habernos dicho ya todo. Primero organiza los conciertos en el orden en que fueron escritos, por lo que el disco abre con el concierto #2 y después con el #1. Después, Harnonocurt decide organizar la orquesta en una forma muy similar a la que Beethoven tenía en mente: dos secciones de cuerdas que giran en torno a las maderas y al piano, por lo que el sonido es de una notable intimidad, sin sobre-lecturas o sobre-interpretaciones, y tampoco sin artilugios para hacerlos sonar como obras de un periodo al que no pertenecen. La orquesta es en verdad aquí un acompañamiento excepcional para el piano, que en manos de Aimard resulta en verdad deslumbrante y de una claridad excepcional. La limpieza interpretativa de Aimard quita la respiración y muestra cómo un pianista especializado en repertorio de vanguardia puede aportar nuevo lustre a un grupo de obras. El cuidado y limpieza con que Harnoncourt afronta este ciclo encuentra en Aimard a un aliado inesperado y sorpresivo, y nos entrega un registro de gran valor, aunque no se trate sino de una interpretación históricamente informada, a diferencia de las dos anteriores aquí mencionadas. Yo le daría un 8.5+ a esta grabación, y no puedo sino recomendarla ampliamente.

Siguiente en el grupo de grabaciones es la del excepcional pianista Ronald Brautigam acompañado por la Orquesta Sinfónica de Norrköping dirigida por Andrew Parrott. A primera vista uno pensaría que, como en la anterior, estamos ante una pareja improbable, aunque aquí, con excepción de la orquesta, ambos son especialistas en interpretaciones historicistas. Si no fuera porque Brautigam parece desde el principio con la urgente necesidad de tomar su patín y por eso mete el acelerador innecesariamente todo el tiempo, si no fuera por eso, esta sería una versión inmensamente superior a la de la dupla Harnoncourt-Aimard. Para empezar, la toma de sonido es simplemente insuperable: la orquesta brilla en toda su gloria, como ninguna de las versiones anteriores lo logra, con una opulencia y un sonido cristalino que quita la respiración. De calle se lleva a cualquier registro que haya escuchado o esté disponible en el mercado. Allí, sin duda alguna, mi calificación es un absoluto 10+. Sin embargo, Brautigam va echo la madre todo el tiempo, parece no entender el sentido cantabile de pasajes claves, como la cadenza del primer movimiento del Tercer concierto no menos que en el impresionante Quinto. La prisa de demente que lleva arruina el delicado equilibrio que exige este y muchos otros pasajes, y su empeño en demostrarnos que es un pianista excepcional consiste en subirse a su auto y meter el acelerador como desquiciado, sin prestar atención a la orquesta ni a la música. El resultado es que Brautigam mancilla este ciclo en este afán de ser él quien brille en lugar de que sea la música, algo que Aimard entiende a la perfección. EL ciclo incluye los cinco conciertos para piano, más dos adicionales: uno es la célebre transcripción de su concierto para violín, y el otro es el llamado Concierto para piano # 0, WoO 4, una curiosidad que responde a un concierto que Beethoven escribió a los 13 años y del cual sólo queda la parte del piano, por lo que la orquestación sólo puede inferirse del trazado del instrumento solista. Sin duda, una obra menor y sin mayor relevancia que apenas está para interpretarse en el conservatorio o escuelas de música, pero que en virtud de su propia naturaleza temprana e incompleta tiene muy poco del Beethoven maduro. Por ese afán protagónico Brautigam hace que esta que podría haber sido una versión de absoluta referencia no lo sea. Yo le daría a esta grabación un 8+, con la observación de que la toma de sonido es excepcional.

El último ciclo que incluye esta entrega es en verdad uno de los más malos y mediocres que haya escuchado en mucho, mucho tiempo. Asombroso que una casa discográfica como Alpha se haya dado el lujo de permitir que un músico atropelle la música de Beethoven con la impunidad y el desparpajo que Arthur Schoonderwoerd despliega en este auténtico atentado criminal. La pretensión de autenticidad, que siempre me ha parecido importante, encuentra aquí un extremo que debe ser censurado y denunciado con suprema energía. Porque si algo tiene la música de Beethoven es que avanza con respecto a la de sus predecesores. La orquesta, como bien se sabe, es ampliada por Beethoven, y es por él principalmente que aparece la necesidad de un director de orquesta, por la dimensión instrumental y por la complejidad cada vez mayor de las obras que crea. De allí que haya muchos que afirmen, en un ejercicio teleológico, que sus conciertos y sinfonías piden la orquesta y el piano modernos, un instrumento doble más robusto y complejo. Schoonderwoerd parece decirnos lo contrario: que Beethoven no sólo no avanzaba, sino que decidió usar casi un cuarteto de cuerdas: unos cuantos violines (dos o tres, y no más), una flauta, un oboe, uno o dos cellos, una o dos violas, y así por el estilo. Es decir, una orquesta casi del tamaño de la que usaba Vivaldi, no Mozart. El resultado: lamentabilísimo. Incluso en los tutti del Emperador, la orquesta, si se le puede llamar así a unos cuantos instrumentos pelones a los que sólo les falta tocar desafinados, apenas se escucha. Uno se pregunta si con semejante pedorrez de orquesta en su época habrían llamado así al tercer concierto. Lo más probable es que hubieran despedido a Beethoven con cajas destempladas y lo habrían expulsado de Viena sin mayor dilación: "¡Váyase usted a Holanda y allá haga lo que se le dé la gana!" le habrían dicho. Escuchen el final del primer movimiento del Emperador aquí tocado y díganme si en una escuela rural de cuarta podría sonar tan pinchurriento y jodido este concierto. Pero no sólo eso, los movimientos lentos de todos los conciertos son patéticos. Ya no digamos que el piano suena peor que el piano de don Teofilito, hasta casi parecer un clavicordio por su sonido en extremo sordo que se muere inmediatamente el dedo se quita de la nota (¿nadie le explicó a Schoonderwoerd para qué sirven los pedales?). ¡Que no mame Schoonderwoerd! ¿De veras cree que Beethoven escribió esos movimientos para un trío con pianoforte? Por el amor de Dios. No me explico cómo los alemanes pudieron tragarse la píldora enterita de este fraude. Parece más una reducción del Emperador, como aquella de la Sinfonía Londres de Haydn, pero con un sonido incluso más pobre y jodido. Cualquier crítico que aplauda esta mamada merece ser colgado de los huevos del mástil más alto junto con Schoonderwoerd, que no me merece el menor respeto como "musicólogo" ni como intérprete. Su sentido musical y armónico es inexistente, toca el piano como un viejito que se encuentra el instrumento después de haber vivido años en una isla desierta sin contacto con este. No toca las teclas, sino que las aporrea y tunde con pendejez inigualable, como si fuera un Muppet o un quintacolumnista. No sé dónde haya "estudiado" Schoonderwoerd, pero donde sea, debe de haber reprobado todos los cursos de armonía, interpretación y repertorio. Sólo oigan el fugato del "Rondo. Allegro" del Emperador y díganme si esa pedorrez que se escucha es una orquesta. De verdad que no mame este pendejazo holandés de Schoonderwoerd (como única "virtud" diría que para alguien que estudia la obra, puede escuchar todas sus partes, como si un reloj se hubiera desarmado ante sus ojos). Y el ensamble Cristofri, que se vaya a chingar a su madre con todos sus pedorros tutti y fortissimi, que se dedique a tocar música barroca, si es que puede, y deje de mamar corneta y ensuciar el nombre de Beethoven. Si alguno de ustedes en Europa llega a ver a Schoonderwoerd en un concierto, por favor, miéntenle toda su puta madre de mi parte, este pinche fraude ambulante merece mi mayor desprecio y debería merecerle el de ustedes también. Oigan su ciclo y si no sale de ustedes el asesino serial que todos llevamos dentro...



martes, 19 de febrero de 2013

Aziza Mustafa Zadeh Discography 1991-2007 [8 CDs; EAC mp3@320 kbps, 1.18 GB]



Tras una breve pausa debido a nuestra visita a la hermana ciudad de Morelia, en el estado de Michoacán, retomamos el arte de compartir discos con todos los amigos de la Fonoteca. Aziza Mustafa Zadeh es una de las grandes intérpretes del jazz contemporáneo, en un medio donde los hombres ocupan de manera amplia el panorama, y en donde el piano tiene grandes representantes y virtuosos, algunos icónicos y de obligada referencia, como Keith Jarrett, Duke Ellington, Chick Corea, Bill Evans y un largo elenco de distinguidos músicos. En ese elenco hay que agregar el de esta enorme pianista de origen azerbaijano, radicada en Alemania, quien desde su primer disco, Aziza Mustafa Zadeh de 1991, se mostró como una intérprete extraordinaria, virtuosa y llena de fuerza y elegancia interpretativa, combinando una sólida formación académica tanto en lo vocal como en lo instrumental. Su primer disco, de 1991, despertó grandes elogios y la atención por la forma intensa de sus composiciones y la enorme entrega a la hora de hacer que el instrumento juegue y dialogue con la tradición instrumental heredada de su padre, Vagif Mustafa Zadeh, fundador de la escuela azerbaijana de jazz y uno de los músicos más importantes de su patria, con la tradición libérrima de la improvisación tanto como con el de la música contemporánea para este instrumento. Esto le valió que para su segundo álbum, Always de 1993, la acompañaran ni más ni menos que Dave Weckl en la batería y John Patitucci en el bajo, en un disco exquisito y deslumbrante, que mostró las enormes habilidades de una instrumentista que fue bautizada como la princesa del piano, y cuya forma de interpretar el piano le ha valido la comparación con Keith Jarrett.

Aziza Mustafa Zadeh fue rápidamente reconocida por sus pares como una aparición milagrosa, y el lujo y placer de tocar con ella se vio recompensado cuando en su tercer disco, Dance of fire de 1995, los invitados para acompañar a esta extraordinaria instrumentista y cantante, que mezcla el jazz con elementos operáticos, fueron Al Di Meola en la guitarra acústica, la leyenda viviente de Bill Evans en los saxofones soprano y tenor, Stanley Clarke en los bajos acústicos y eléctrico, Kai Eckhardt Karpeh de Camargo en el bajo eléctrico de cinco cuerdas y Omar Hakim en la batería. Para que no quedara duda de que ella no deseaba ser equiparada como alguien que se sube a una fiesta a la que no había sido invitada, para su cuarto disco, Seventh truth de 1996, volvió al sonido sinfónico pero solitario del puro piano, acompañada sólo por Ramesh Shotam en las percusiones, en un álbum deslumbrante lleno de atmósferas orientales, típicas de su patria, en un asombroso y vibrante diálogo intercultural entre Occidente y Oriente. En 1997 apareció su siguiente álbum, Jazziza, en el cual vuelve a acompañarse de leyendas del jazz, esta vez centroeuropeo, como Toots Thielemans, considerado como el más importante intérprete de la armónica en el mundo y toda una leyenda en Holanda, Eduardo Contrera en las percusiones y Philip Catherine en la guitarra, uno de los álbumes icónicos de la pianista. 

Su consagración internacional se vería con su sexto ábum, elaborado tras una pausa de tres años, Inspirations, color and reflections, de 2000, que como su título indica, es un tributo abierto a todo lo que en ella confluye y se vuelve flujo de sonidos y colores, pero también de una musical reflexión en torno al mundo de la música. Deslumbrante por sus armonías y texturas, pero también por la pléyade de músicos que la acompañan, como Al Di Meola, Bill Evans, Stanley Clarke, Omar Hakim, Kai Eckhardt de Camargo, John Patitucci y Dave Weckl, es decir, todos los que en sus discos previos la habían apoyado, en un disco en verdad exquisito y cautivador, lleno de brillantes interpolaciones instrumentales en las que brilla principalmente la música de esta gran pianista en arreglos multicolores y libérrimos, en un tributo genuino a la gran tradición jazzística europea, estadounidense y azerbaijana encarnada por su propio padre y ella misma.

En su siguiente producción de sugerente título, Shamans, de 2002, regresa al piano solo y a sus raíces, nunca abandonadas en casi ninguno de sus trabajos anteriores, aquí retomadas en un espléndido y deslumbrante despliegue de virtuosismo sinfónico en el que el piano se hunde en orbes sonoros de enorme densidad y brillantez que ningún otro pianista podría envidiarle. Un disco absolutamente magistral y lleno de fuerza y la originalidad interpretativa de esta suprema diosa del piano. Sus últimos dos discos, Contrasts y Contrasts II, de 2006 y 2007 respectivamente, son su abierto tributo a ese orbe apenas visible ligeramente en sus discos previos: el de la música clásica y la ópera, con arreglos libérrimos de piezas de Chopin, Bach, Schumann, Mozart y Ravel, entre otros, convertidos en una suerte de standards para el mundo del piano jazzístico. Desde entonces, ha estado en una pausa musical, lo cual significa que muy pronto tendremos nueva producción de esta gran intérprete. 

Aquí les dejo la producción entera de esta suprema artista, la princesa del jazz, la diosa del piano.



miércoles, 13 de febrero de 2013

Tangerine Dream: Full Tangerine Tree [92 CDs, 13 GB, ~292 hours]

Tangerine Dream es probablemente el grupo alemán más influyente del último medio siglo. Surgido en las postrimerías de la década de los sesenta a raíz de las experiencias de Edgar Froese en eventos multimedia en casa de Salvador Dalí y otros artistas de la vanguardia pictórica de la época donde se combinaban y fusionaban el aspecto espacial del fluir musical y su relación con el arte visual, el grupo empezaría a aparecer en conciertos a partir de 1967, y en 1969 grabaría su primer disco, casi de manera accidental, Electronic meditations, un disco experimental y abstracto que marcaría buena parte del trabajo inicial del grupo. En 1973 grabaría una de las obras cumbres de su egregia trayectoria, Phaedra, un disco en el que los secuenciadores y el sonido envolvente y abstracto reflejaban todo lo que la psicodelia había buscado a lo largo de la década precedente: rock y sonidos electrónicos, abstracción y una experiencia de viaje astral, de fusión con el universo. Disco fundacional que permitió la internacionalización del grupo y mostró las enormes posibilidades de la música electrónica fuera del ámbito académico.

Las giras del grupo se volvieron cada vez más intensas y acudir a verlos significaba vivir una experiencia semi-totalizadora, un auténtico viaje emocional y auditivo en el que se fusionaban las atmósferas sonoras con las emociones visuales fusionadas con el espacio donde tocaban. Las pantallas proyectando imágenes abstractas en movimiento comenzaron a ser parte de la experiencia de ver, oír y experimental al grupo en vivo. Una de esas legendarias apariciones del grupo se dio el 13 de diciembre de 1974 en la catedral de Reims, una aparición de la que por muchos años se hablaba como de un evento ficticio, de una leyenda urbana de la que algunos hablaban por una transmisión radiofónica de la época, pero de la que por años no se supo si era rumor o un hecho real.

No fue sino hasta que entrado el siglo XXI el grupo permitió a un grupo de fans editar cerca de 300 horas de material inédito que por distintas razones no alcanzó ver la luz en forma de disco oficial bajo el nombre de Tangerine Tree. Entre esas grabaciones se hallaba el legendario concierto de la catedral de Reims, el cual vio la luz en 2003 y materializó los sueños y anhelos de miles de seguidores del grupo a lo largo y ancho del mundo. La serie recopila material que fue grabado por fans en forma no siempre profesional, bootlegs, transmisiones radiofónicas o televisivas, y llevadas a un estudio para su remasterización y tratamiento profesional, dando como resultado una perspectiva de conjunto más amplia de lo que muchos habrían podido imaginar: extensas improvisaciones abstractas, fragmentos de pasajes posteriormente integrados a alguna producción, versiones previas o posteriores de discos editados, versiones en vivo más extensas o distintas a la oficial, la serie es uno de los testimonios discográficos más importantes de la historia de la música grabada, probablemente la serie de bootlegs oficiales más extensa patrocinada por un grupo, y una defensa pública de este tipo de grabaciones que hoy son un standard para casi todos los grupos en el mundo: un regalo para fans, por su constancia y un recuerdo imperecedero de momentos musicales irrepetibles de largo alcance.

Los 92 discos de esta serie estuvieron durante años en la web, y hace tiempo que desapareció gracias a las políticas censoras del FBI. Esta es su gloriosa reaparición, completa, sin faltantes, para gusto de aquellos que no la conocían, o que la conocían pero no sabían cómo tener acceso a ella.

Tangerine Tree - Vols. 1 to 8
Tangerine Tree - Vols. 9 to 14
Tangerine Tree - Vols. 15 to 20
Tangerine Tree - Vols. 21 to 27
Tangerine Tree - Vols. 28 to 34
Tangerine Tree - Vols. 35 to 40
Tangerine Tree - Vols. 41 to 45
Tangerine Tree - Vols. 46 to 53
Tangerine Tree - Vols. 54 to 65
Tangerine Tree - Vols. 67 to 76
Tangerine Tree - Vols. 66, and 77 to 85
Tangerine Tree - Vols. 86 to 92




sábado, 9 de febrero de 2013

Jan Dismas Zelenka: Obras casi completas [40 discos, mp3@320 kbps, 5.6 GB]



El nombre de Jan Dismas Zelenka para muchos es casi como la clave de entrada a un mundo de texturas, sonoridades y colores inusuales para el barroco y su lenguaje. Incluso formalmente este hasta hace una década y media desconocido músico de origen bohemio asentado en Viena tiene mucho que aportar al escucha moderno. Ecléctica a más no poder, su música permaneció en el olvido durante casi dos siglos y no fue sino hasta que se gestó la corriente historicista de interpretación casi al término de la Segunda Guerra Mundial por parte de Gustav Leonhardt, André Rieu y Nikolaus Harnoncourt que esta vería su oportunidad de renacer de sus cenizas. Fue justamente Harnoncourt uno de los primeros en grabar una selección de sus obras instrumentales hace ya más de 30 años con su Concentus Musicus Wien para Das Alte Werk. De allí empezó el lento renacimiento de su música, pero no sería sino hacia fines propiamente del siglo XX que su nombre sería sinónimo de sorpresa, de música viva y vivaz, con lo que se le asociaría.

Jan Dismas Zelenka fue un compositor brillante de la corte de Dresde, cuyas enormes libertades compositivas y eclecticismo musical no pasó del todo desapercibido en su tiempo, y hasta Vivaldi y Bach supieron de él y su música, si bien el primero fue más cercano a otro compositor francamente menor, Johann Georg Pisendel (1678-1755), a quien dedicó algunas obras y cuyo estilo inspiró algunas de las composiciones más eclécticas del Prette rosso en cuanto a instrumentación. Las razones para que Zelenka pasara a un casi inmediato olvido son diversas, pero una de las que más peso tuvo fue que jamás escribió óperas, y su música instrumental es bastante reducida, y el grueso de su obra son cantatas, oratorios y misas de corte abiertamente católico. Además del hecho de su eclecticismo instrumental y formal, bastante mediterráneo, ajeno al ambiente luterano y aséptico del medio en que se movería la posteridad en aquellas regiones donde le tocó vivir. Pero es justamente ese eclecticismo formal y compositivo lo que lo diferencia de casi todos los músicos de su época y lo hace tan atractivo a nuestra sensibilidad moderna, un tanto cansada de esa cierta uniformidad musical con que se suele ubicar al barroco, pese a sus grandes representantes.

Hoy en día se le considera algo así como el Vivaldi bohemio justamente por esta gran libertad musical y estilo fresco y poco afecto a seguir estructuras compositivas establecidas, y su reaparición en el mercado discográfico es uno de los acontecimientos más celebrados en el mundo de la música académica llamada clásica. Su música, incluso en aquellas obras que parecen dedicadas a la reflexión o el dolor, como sus Lamentaciones o su extraordinario Réquiem, es una constante celebración, una gozosa invitación a cantar y a deleitarse, a celebrar las glorias de este mundo, más que las del otro o las del intelecto. 

El gran instante glorioso, parafraseando la cantata beethoveniana de 1815, de Zelenka para el público puede considerarse el del año 1995 cuando una de las más brillantes orquestas barrocas del mundo, la de Friburgo, grabó una breve selección de sus piezas instrumentales para Deutsche Harmonia Mundi. Interpretadas con energía e imaginación, el disco llamó poderosamente la atención tanto por el repertorio como por la calidad de sus intérpretes, y puso a Zelenka en el radar de todos los melómanos del mundo. Llenas de contrastes y juegos irónicos, como el hecho de que una de las composiciones se intitule Hipocondrie à sette [voci] concertanti, las tres obras aquí incluidas muestran a un dotado y brillante compositor que hace del diálogo instrumental y del placer la bandera bajo la cual navega su música. La deslumbrante interpretación de la orquesta no hace sino subrayar los contrastes y la exquisita urdimbre sonora de esta música conmovedoramente solar, y como ningún otro disco despertó una fiebre inmediata por su música. 

No menos deslumbrantes son sus obras corales, sacras en su mayoría como se señaló. Sus misas son asombrosas construcciones llenas de contrastes que recuerdan o anticipan el eclecticismo de Gaudi, en particular del viaducto, pero no menos que del resto de su obra arquitectónica. Al escuchar sus exquisitas composiciones algo queda claro: la naturalidad y gloria de su expresividad se deben a su total falta de afectación, a su deseo de ser consubstancial al más humano espíritu que habita en cada uno de nosotros. Allí está su triunfo, y su gloria incomparable.

Los 40 discos aquí reunidos son la más completa colección disponible en la web, y la primera vez que aparece semejante compilación para descarga gratuita, muchos de ellos inconseguibles fuera de Europa, quieren homenajear al gran compositor que fue Jan Dismas Zelenka, e incluye prácticamente toda la obra que he compilado a lo largo de casi quince años, desde que la Freiburger Barockorchester editó su impactante disco. Casi todos los discos, con unas cuantas excepciones, están en mp3 de alta calidad, e incluye en algún caso incluso la versión en vivo de la obra grabada en estudio. Todos los archivos están configurados para iTunes, e incluyen las portadas y en no pocos casos el cuadernillo completo. Muchos de estos discos ya no se encuentran en la web, gracias al metternichiano espíritu censor del FBI que hizo que millones de archivos en la web desaparecieran para siempre. He llamado a esta entrada Obras casi completas porque no existe la posibilidad de que, al menos en el corto plazo, podamos disponer de algún registro en disco de toda la obra de este compositor, y toda compilación debe ser un proyecto en construcción.