Hay discos a los cuales uno no suele prestarles inmediata atención por mil razones, y el de Akiko Suwanai (nacida en 1972) interpretando los conciertos para violín de Bach es uno de esos. Muy mal de mi parte, y al parecer de muchos otros en la web, el disco pasó desapercibido, incluso para páginas especializadas en reseñas de novedades y otros blogs dedicados al barroco, por ejemplo. De cualquier manera, debo señalar que se trata de una notable y agradecible sorpresa la interpretación de esta muy joven violinista japonesa ganadora en 1990 de la competencia internacional Chaikovsky, siendo la triunfadora más joven en hacerlo.
Grabado en 2005, y editado por la disquera holandesa Philips (extrañamente decidieron no usar la franja roja característica de este sello), se trata de uno de los más espectaculares registros de estos conciertos de que tenga noticia. No se trata en este caso simplemente de una adición más al extenso catálogo de grabaciones que sobre este repertorio se han hecho, sino de una de las más brillantes que recuerde haber escuchado. Para empezar, es acompañada por la Orquesta de Cámara de Europa, uno de los conjuntos orquestales más notables de los últimos veinte años, y eso ya marca una diferencia en interpretación y claridad. El sonido de los contrabajos y violonchelos, por ejemplo, es de una claridad extraordinaria, y en general la toma de sonido es apabullantemente limpia y llena de color y texturas, de modo que la audición resulta una experiencia en verdad alucinante.
No por nada la disquera decidió poner el doble concierto para violín y cuerdas BWV 2043 como obra de apertura del registro. Acompañada por un superlativo Volkhard Steude (nacido en 1971) en el segundo violín, Suwanai nos ofrece una versión de elegantísimo fraseo, lleno de cromatismos y sensualidad, de hondura e imaginativa interpretación, en especial en el tercer movimiento, donde antes de la reexposición final nos entregan una cadenza descomunal, con toques que recuerdan de alguna manera las partitas para violín del maestro y con motivos de los movimientos previos, en un desplante de virtuosismo excepcional que no recuerdo haber escuchado nunca antes en otro intérprete. En esta grabación, el tercer movimiento dura siete minutos y medio, cuando lo normal es cuatro minutos y medio más o menos, de modo que la cadenza le agrega tres minutos, ¡pero qué tres minutos!
Algo similar encontramos en el Concierto para violín y oboe BWV 1060, acompañada por el oboísta François Leleux, espléndida pareja, quien con gentil e inteligencia casi baila musicalmente con la violinista, esperándola y dando entrada con notable sensibilidad a cada instante. Y es que, en efecto, Suwanai es capaz de ofrecer una lectura de Bach llena de inteligencia y brillantez, de calidez insospechada y enorme carga emocional, casi mediterránea.
No tengo más que aplaudir, así sea tardíamente, ocho años después, la aparición de un registro discográfico como el que hoy comparto con los amigos de la Fonoteca, un disco de absoluta referencia, que viene acompañado de otra grabación espléndida de casi las mismas obras, pero con Andrew Manze y la Academia de música antigua, con Rachel Podger en el doble concierto, un disco espectacular y con un poco menos de densidad corporal por aquello de los instrumentos de época, pero sin duda una grabación excepcional también.
Akiko Suwanai, Orquesta de cámara europea